Cristiano está triste.
Igual es porque el banco que prestó el dinero para su fichaje al Real Madrid lo hizo por encima de sus posibilidades y ha contribuido a hundir este país más. O quizás porque algunas de mujeres y hombres que atienden las lujosas mansiones de la urbanización donde viven se han quedado sin atención sanitaria. O porque con las ganancias de un mes suyo, unos 2.700.000 Euros, unas 6.207 familias recibirían los 450 Euros que muchas no van a recibir. O porque los policías que le protegen en sus desplazamientos se han quedado sin paga. Y los médicos. Y los bomberos. O porque cada vez más periodistas que tenían que hablar de otras cosas se van al paro en manada, y los que hablan de él algo menos. O porque los más pobres pagan medicamentos y él no se los puede llevar al masajista. O porque se quiere ir mientras a otros los echan de sus casas de las que no quieren salir. O porque nos han subido el IVA a todos, incluso a él.
O porque somos todos unos perdedores y no los entendemos. Ellos, los tipos de éxito, son humanos y sufren en 3D, y nosotros no tenemos derecho a ser humanos, y sufrimos en silencio. O simplemente porque Cristiano no entiende porque con la que está cayendo insistimos en preocuparnos por cosas tan nimias y dejar a un lado otras que quizás no lo sean tanto. O porque los críos que coleccionan sus cromos, y lo emulan y lo tratan como un héroe, empiezan el curso más apilados en su clase y con un tuper de salchichas, soñando con ser futbolistas y que les pregunten porque están tristes.
No lo podemos evitar. Él no tiene la culpa, la culpa es nuestra.
Siempre