Lola cena en el hospital

por | 21 diciembre, 2012

 

Lola tiene 90 años según me dice una enfermera. Es la compañera de habitación de mi madre en el hospital Infanta Leonor. “Me he caído”, dice, muy bajito. “Está sola” añade la enfermera. Tiene el cuerpo lleno de moratones y se queja del calor. Al parecer la medicina que le administran tiene ese efecto al activar el riego. Mi madre por fin está ingresada para operarla. Un riñón no la funciona, pero no había camas porque no se daban altas, nos cuentan, por la huelga, a pesar de que tenía la operación programada hace 2 meses.

Son cerca de las 8 y Lola tiene hambre. Un buen síntoma. Pero está preocupada. No para de preguntarnos si no la traen la cena. La digo que no se preocupe, que seguro que ya viene. Lola tiene unas amigas en su casa, y un par de hijos. “No vienen”, me apuntan. Lleva un mes ingresada. Una mala caída en su casa la ha traído hasta aquí.

La pongo la televisión un rato para que se entretenga mientras hablo con mi madre. Lola dice que pensaba que estaba rota. La televisión cuesta 5 Euros al día. No se la habían puesto, claro. Ve al Rey y se oye una pequeña risa irónica. “Menudo”, dice Lola. Vuelve a repetir que tiene hambre  y que si no la traen la cena. Mi madre ya ha está cenando. La suya, no viene. Pregunto y las celadoras se llevan la mano a la cabeza. “¿Otra vez la cena de Lola? Ayer, lo mismo. Enseguida la reclamamos”, me dicen amablemente.

Tranquilizo a Lola. Ella me dice muy bajito : “Niño, ¿La cena cuesta dinero?¿La tengo que pagar? Yo no tengo dinero aquí, pero voy al banco y lo traigo”. Una bofetada de realidad. Me pregunto si este es nuestro destino. Ser Lola. La digo que no se preocupe, que es que el hospital es muy grande, pero que se la traen. Que no se preocupe del dinero. Que su hijo, dónde quiera que esté, ya ha pagado por ella. Que esté tranquila. Que la van a cuidar. Que saldrá pronto. Arriba de esta planta está la de los neonatos. Futuros clientes y futuros pagadores.

Al rato una celadora trae la cena y la da de comer a Lola. No se vale por ella misma. Mientras con paciencia la alimenta nos cuenta que lo siente mucho, que están desbordados. Que intentan hacer lo mejor para los pacientes. Que cobraron ayer la nómina de este mes, cuando en ese día cobraban la paga. Que no tienen paga. Que le duele la espalda y que por 4 noches de guardia la abonan 24 euros cada una de ellas. Que no puede ser esto.

A Lola no le ha gustado la comida. Dice que está salada (es sin sal).

En la televisión sale el presidente de la Comunidad de Madrid diciendo que esto no existe ni va a existir. Salen protestas. Sale Esperanza Aguirre. Salen un montón de gente que hablan y hablan y no conocen a Lola, pero se atreven a decir que es lo mejor para ella, e incluso designan como va a ser su vida. Y su muerte.

Me voy del hospital. Me deprimen. No porque muestren lo frágiles que somos, si no porque son el termómetro ideal de la sociedad en la que vivimos. Volveré mañana. Paso delante de una tienda de audífonos dentro de un hospital público. No entiendo nada.

Recojo el coche. 10 Euros de Parking.

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